Amou Haji, quien se hizo conocido como "el hombre más sucio del mundo" por llevar más de 60 años sin bañarse, falleció el domingo en el pueblo de Dejgah, en la provincia de Fars (sur de Irán).

Algunos lugareños creen que le daba miedo el agua y por eso no se aseaba. Otros dicen que simplemente creía que la limpieza trae consigo la enfermedad, y que se mantenía sucio en busca de un estilo de vida más saludable.

Lo cierto es que el estilo de vida de Amou Haji llamó tanto la atención que lo llevó a protagonizar un documental en 2013. 

En una oportunidad recibió la visita de un equipo sanitario de la Escuela de Salud Pública de Teherán para hacerle algunas pruebas. Solo encontraron una infección conocida como Triquinosis (que suele aparecer por ingerir carne mal preparada), pero que en Haji no tenía señales de presentar síntomas.

Su conclusión fue que las circunstancias tan difíciles en las que vivió este hombre le hicieron desarrollar un sistema inmunológico fuerte. Esto lo protegió de patologías e hizo que estuviese próximo a completar un siglo de vida, consignó la revista Muy Interesante.

Cómo era su dieta

Se dice que Amou Haji subsistía con una dieta compuesta, en gran parte, por animales muertos en la carretera. Decía que su comida favorita era la carne de puercoespín podrida. No es que no tuviera acceso a comida fresca, sino que le disgustaba de verdad. Al parecer, el hombre se molestaba cuando los aldeanos intentaban llevarle comida casera y agua limpia.

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Y aunque rechazaba el agua dulce, se mantenía hidratado. Recogía el agua de los charcos y la bebía a sorbos de una lata de aceite oxidada.

También disfrutaba de sus pasatiempos favoritos, como fumar heces de animales en su pipa. Cuando no había excrementos, se conformaba con cigarrillos de tabaco, y se sabe que fumaba hasta cinco de ellos a la vez.

Así vivía

Según el documental, Haji atravesó por diversos problemas emocionales que lo llevaron a tomar la decisión de aislarse del mundo y vivir como un vagabundo. Los refugios improvisados o los agujeros en el suelo se convirtieron en su hogar.

Con la piel ceniza debido a la suciedad, una barba larga y descuidada, y con ropas confeccionadas con lo que se iba encontrando a su paso, el hombre más sucio del mundo logró salir adelante. Diversos medios locales se acercaron a él en diferentes momentos para conocer su historia.

Cierta ocasión, un grupo de ciudadanos amigos le construyeron una choza de ladrillos abierta para que durmiera en ella cuando hacía frío. Además de la choza, se las arreglaba para mantenerse caliente durante los meses más fríos usando un viejo casco de guerra y poniéndose los pocos trapos de ropa que tenía.

Aunque no se bañaba, se preocupaba por su aspecto. Se recortaba el pelo y la barba quemándolos a la longitud deseada con una llama abierta, y utilizaba espejos de coche al azar para comprobar de vez en cuando su reflejo.

Le gustaba de estar al día de la política y discutir sobre las guerras de las que tenía más conocimientos: las revoluciones francesa y rusa. El gobernador local llegó a decir que era agradable conversar con "el hombre más sucio del mundo", a pesar de su aspecto, y condenó a quienes lo discriminaban.